Los bosques con madera muerta tienen un 23% más de biodiversidad
Los árboles caídos en el bosque y en plena descomposición no tienen mucha popularidad entre la sociedad. Solemos pensar que son fuente de plagas, que indican dejadez o que propiciarán un incendio. Sin embargo, la realidad es más compleja y sorprende. Una investigación liderada por el CREAF y la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) ha analizado durante 10 años los bosques de pino silvestre de Cataluña afectados por episodios de mortalidad en árboles y revela que la madera muerta que se genera es más variada y, por tanto, acoge también una mayor biodiversidad. Concretamente, los rodales afectados por mortalidad tienen un 83% más de madera muerta, con más árboles caídos o muertos de pie, y tienen un 23% más de distintos tipos de madera muerta en diferentes estadios de descomposición. El punto clave está en la diversidad de hábitats que ofrecen estos árboles que son la comida, la madriguera o el escondite de muchas especies de fauna y flora. Son un ejemplo los pájaros carpinteros, el yesquero de roble Phenillus robustus o el escarabajo amenazado Rosalia alpina en hayedos. Además, los bosques con madera muerta también tienen una estructura más compleja y esto ofrece mayor diversidad de microambientes que puede hacer el bosque más resistente a nuevas perturbaciones.
«Cuando los árboles mueren a causa de la sequía, la madera muerta que dejan atrás puede convertirse en un salvavidas para la biodiversidad. Para estudiarlo mejor, en 2022 visitamos 20 bosques de pino silvestre que habían sufrido muertes de árboles relacionadas con la sequía hacía aproximadamente una década. Lo que descubirimos fue realmente interesante: la naturaleza había empezado a llenarse de vida en estos lugares aparentemente inertes. Una transformación tranquila y notable que nos recuerda que, con tiempo suficiente, la naturaleza puede encontrar su camino para recuperarse», declara Faqrul Islam, investigador del CREAF y primer autor del estudio.
El papel del clima local
¿En qué sitios podemos encontrar esta madera muerta tan valiosa? El estudio, publicado en Forest Ecology and Management, apunta a que las localidades más húmedas, como las pirenaicas son las que concentran más madera muerta y son más diversas, pero esta situación es más efímera, puesto que la humedad favorece que se descompongan más rápido. Y esto es una situación complicada: si no se van generando de nuevo a la misma velocidad, los microhábitats generados van desapareciendo.
En cambio, la descomposición es más lenta en los lugares fríos o más secos como las localidades más mediterráneas, donde, a pesar de tener menos cantidad de madera muerta, ésta se va descomponiendo poco a poco y puede ofrecer sus beneficios durante más tiempo. Así que la fauna y flora que depende de ella, y que muchas veces no puede vivir en otros lugares, se mantendrá activa también más tiempo.
Sequía: ¿desastre u oportunidad?
“Cuando hablamos de perturbaciones en los ecosistemas suele ser una visión básicamente antropocéntrica. Pensamos en cómo afecta a nuestra economía o nuestro bienestar, o cómo se deteriora el vínculo emocional que tenemos con estos ecosistemas. En cambio, para los ecosistemas estos “desastres” a menudo forman parte de su dinámica y son una oportunidad de crear nuevos hábitats. El problema surge cuando los humanos incrementamos la intensidad o la frecuencia de estas perturbaciones”, explica Francisco Lloret, autor del artículo, investigador del CREAF y de la UAB. Así lo demuestra esta investigación, que ha analizado la madera muerta que se generó, precisamente, raíz de la gran sequía del 2012 en Cataluña y destaca que “ha sido una oportunidad para muchos de los bosques afectados, porque han aparecido nuevos microhábitats a partir de la madera muerta que se ha generado”.
“Esto no quiere decir que la reiteración de episodios de sequía sea positiva, evidentemente. Lo que muestran nuestros resultados es que en algunos casos puede ser interesante mantener la madera muerta y retener algunos árboles debilitados para promover esta heterogeneidad en la estructura del bosque y su biodiversidad, pero teniendo en cuenta que este proceso tendrá diferentes velocidades según el clima local”, añade Josep Maria Espelta, también investigador del CREAF y autor del artículo.
Fuente: CREAF – Centro público de investigación
Share this content: