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Las nuevas tecnologías se lanzan al rescate de los bosques

Ahora que se sabe que las plantas hablan, y se comunican entre ellas sobre todo cuando están estresadas, es fácil imaginar que las conversaciones en los bosques en los últimos tiempos deben ser ensordecedoras. Cada año desaparecen hasta 13 millones de hectáreas de ellos -España tiene 26,2 millones de hectáreas de ecosistemas forestales-, según Naciones Unidas, a consecuencia de distintas actividades humanas. Y lo que es más significativo, esto daña a nuestra especie, ya que1.600 millones de personas, es decir, el 25% de la población mundial, depende de los bosques como medio de subsistencia, fuente de energía y de cara a la obtención de alimentos.

«Tendemos a pensar que un bosque produce madera y captura CO2, o que es un sitio al que ir a pasear y relajar la mente. Sin embargo, un bosque es un sistema multifuncional», recuerdan desde la fundación Life Terra. «Produce servicios ecosistémicos». Son, como destaca la ONU, el hogar del 80% de las especies de plantas, animales e insectos. Además de regular el clima, previenen la degradación ambiental y reducen los riesgos de desastres naturales, que cada vez vemos con más frecuencia.

La imagen de que la deforestación se produce simplemente por la tala de árboles se queda corta. Detrás de ello están actitudes tan naturales para el ser humano como el consumismo, la expansión de centros urbanos a zonas boscosas y la demanda de tierras agrícolas. Causan daños en funciones apenas perceptibles de los bosques como la retención del suelo fértil. En realidad, «la erosión derivada de la deforestación supone una pérdida masiva de tierra productiva, empobreciendo los ecosistemas y reduciendo la capacidad de la naturaleza para sostener la vida», expone Luis Bolaños, empresario experto en biodiversidad.

Ese es un fenómeno que suele pasar desapercibido, explica, porque se produce a largo plazo, lo que «disminuye la percepción de su gravedad». Pero al igual que éste, otros efectos han convencido a Bolaños de que, dado el cariz esencial de los bosques para el equilibrio ecológico y la supervivencia humana, nos enfrentamos a «una doble crisis: la pérdida acelerada de biodiversidad y el desafío de alimentar a una población en crecimiento sin seguir degradando los ecosistemas».

La metodología de agricultura bioinclusiva de Bolaños trata no sólo de cultivar sino de regenerar el suelo y recuperar la biodiversidad perdida. En algunas fincas, «plantamos zonas de hinojos, planta huésped de algunas mariposas, creando hábitats para ellas así como para insectos y pequeños mamíferos», destaca. Han recuperado más de 75 especies. Desde su experiencia, reclama políticas que ayuden a conservar la fauna y la flora que dependen de estos ecosistemas. Sin embargo, deja claro que eso no significa gestionar los bosques como si fueran parques urbanos. Para él la clave está en respetar su equilibrio natural y dejar que sigan funcionando como lo han hecho siempre, y en endurecer las medidas frente a los incendios provocados.

Coincide Life Terra en la gravedad de la quema de bosques, que «están en proceso de recuperación». En su opinión, los grandes incendios no provocados que se dan últimamente se deben no sólo a las altas temperaturas y la falta de lluvia sino al hecho de que esas masas forestales son monoespecíficas, y, por tanto, muy susceptibles a arder. «Necesitamos bosques más resilientes y adaptados, multifuncionales y que promuevan una gestión sostenible».

Inspirados en la permacultura (diseño agrícola basado en las características del ecosistema natural) han surgido los bosques comestibles, que integran diferentes especies de plantas aptas para el consumo. La idea es crear el entorno resiliente y autosuficiente, en el que se combinan frutales, arbustos, hortalizas, plantas medicinales… que, como dicen desde Life Terra, «juntas favorezcan la biodiversidad, el reciclaje de nutrientes y el uso eficiente del agua». Una producción sostenible y de bajo mantenimiento, de la que, sin ir muy lejos, hay un ejemplo en Soto del Real (Madrid).

Los beneficios de estos espacios van desde una producción diversificada y todo el año, hasta la creación de nichos ecológicos gracias a la gran cantidad de especies, que, además, mejora su variabilidad genética. También, suelos más sanos al acumularse materia orgánica de dichas especies. Incluso, estos bosques comestibles son capaces de autorregularse, evitando la dependencia de fertilizantes o pesticidas. 

Lo sostenible es rentable

Y si ya hemos convertido los bosques en campos agrícolas, «¿por qué no convertir esos campos en los bosques del futuro?, se plantea Bolaños en otra vuelta de tuerca. Este empresario demanda un compromiso real, del sector público y privado, para integrar modelos agrícolas que trabajen con la naturaleza, no en su contra.

Medidas clave son la gestión y planificación a largo plazo, la conservación de la biodiversidad, las prácticas de manejo regenerativo, el uso eficiente de recursos hídricos y energéticos, la integración de tecnología e innovación, y la adaptación al cambio climático. «Sin bosques sanos, la seguridad alimentaria global estaría en riesgo» pues «juegan un papel fundamental en la producción agrícola», sentencia Bolaños.

En este sentido, asegura que rentabilidad y biodiversidad pueden ir de la mano. «Es posible gestionar una empresa agrícola de manera eficiente y, al mismo tiempo, proteger el entorno». El reto está en cambiar el modelo de negocio e instaurar una agricultura que no sólo extraiga sino que devuelva. Las soluciones basadas en la naturaleza (SBNs) son su propuesta de futuro. «Se debe abogar por su formalización e implementación. E invertir no sólo en ellas sino en I+D para ir más allá».

Sin embargo, revertir daños no es tan fácil como evitarlos. Llegados a este punto, el desarrollo del agrotech parece crucial para dar marcha atrás. Según el Informe Sectorial AgroTech, Cultivando el Futuro, de la firma ArmanexT, asesora estratégica y financiera de pymes y socimis de cara a su cotización, la tecnología puede asegurar la demanda alimenticia global en un entorno de más eventos climáticos extremos, menor superficie cultivada y escasez de mano de obra. Uno de sus autores, Raimundo Martín, expone que las tecnologías de agricultura de precisión, impulsadas por big data, Inteligencia Artificial e Internet de las cosas (IoT), permiten maximizar la rentabilidad de las explotaciones al reducir consumos, aumentando así los márgenes de beneficio, y sin expandirse a áreas forestales. «Sensores, drones y algoritmos avanzados identifican exactamente cuánto fertilizante, agua y pesticidas necesita cada metro cuadrado de terreno, reduciendo el desperdicio y mejorando la productividad».

El agrotech no es solo una solución para alimentar a una población creciente con menos impacto. Tal y como ejemplifica Martín, «puede ser la clave para revertir la desertificación» al «convertir terrenos áridos en centros de producción sostenibles», como Sundrops Farms. De este lugar en pleno desierto australiano salen al año 17.000 toneladas de tomates. Se producen replicando en gran medida la función de un ecosistema forestal en términos de producción de oxígeno y captura de CO2.Lo hacen posible una torre solar con 23.000 espejos que genera electricidad para desalinizar agua marina, y un invernadero con climatización controlada sin uso de combustibles fósiles. Esto es clave, ya que la agricultura causa el 12% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

La sostenibilidad se ha convertido en un factor crítico de inversión, más allá de la ética. «Inversores institucionales, como fondos soberanos o fondos de impacto, están priorizando sectores que contribuyan a la descarbonización y a la seguridad alimentaria, alineándose con regulaciones internacionales», dice Martín. El agrotech es ya un mercado en plena expansión, con un crecimiento anual compuesto estimado en el 12% hasta 2030, alcanzando un valor de 49.000 millones de dólares. Y su empleo una necesidad para los bosques.

Un estudio de la Rainforest Foundation en comunidades indígenas de la Amazonía peruana demostró que, al equiparlas con tecnología de detección remota y alertas satelitales sobre deforestación, se logró una reducción del 52% en la misma durante el primer año y un 21% en el segundo. Si se implementase en toda la Amazonía, salvaría anualmente hasta 123.000 hectáreas de bosques tropicales, evitando la liberación de 100 millones de toneladas de CO2.

Fuente: portal expansión

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