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Restauración ecológica: revertir los daños y hacer las paces con la naturaleza

¿Cuándo buscamos reparar lo dañado? ¿Cuándo decidimos enmendar? Paola, Raquel y Jeison viven en la zona rural del municipio de Calamar en el Guaviare, uno de los departamentos que hace parte de la Amazonía colombiana y que es la principal región del país, que en 2024, registró los más altos niveles de deforestación con 77.124 hectáreas deforestadas, de acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).

Estas historias son un encuentro afortunado de personas que tienen un mismo propósito: revertir los daños causados a la naturaleza. Reflejan un principio fundamental de la restauración ecológica y es que esta debe ser realizada de manera colectiva, participativa. Dicho de otra manera, la restauración es una forma de hacer las paces con la naturaleza.

“Aportar a la paz es mejorar ese relacionamiento entre las personas y el medio natural. Es buscar esos equilibrios que no tratan de que todo esté conservado, pero tampoco de que todo esté convertido en un potrero. La paz se trata también de lo mismo, de buscar equilibrios y armonías en las relaciones entre la gente. Estamos logrando trabajar con las comunidades donde ellos empiezan a decir: ‘no hagamos más daño, revirtamos los daños’; eso es muy ejemplarizante y hace parte de lo que es hacer paz en los territorios y paz con la naturaleza”, cuenta Juan Francisco García, especialista en restauración de WWF Colombia.

Estos tres protagonistas nos comparten una parte de la historia de restauración en la Amazonía colombiana.

No tumbar más la selva

Paola Rayo, una mujer oriunda del departamento del Tolima, llegó hace 15 años al Guaviare a la vereda Los Termales. En este lugar se conoció con quien hoy es su esposo y juntos emprendieron una economía campesina basada principalmente en la ganadería extensiva.

“Cuando llegué a aquí, la idea era deforestar lo que más pudiera porque la intención era hacer potreros. Con el tiempo ese ‘chip’ cambió y ahora estamos conservando, cuidando lo que hay y mitigando un poco lo que hicimos”, explica Paola.

Después de muchos años la mirada de Paola sobre la economía de su familia empezó a cambiar y convenció a su esposo de no tumbar más la selva, de producir y conservar.

Una economía que cuida el bosque

Jeison Bohórquez es un joven campesino que nació en los Llanos Orientales. Como muchos colombianos, él y su familia tuvieron que irse de su lugar de origen por el conflicto armado. Tras residir en Bogotá por algún tiempo, su familia decidió trasladarse a un lugar más a fin con la vida campesina, y por eso llegaron al Guaviare.

“La idea es generar una economía diferente en torno al bosque, al aprovechamiento responsable y sostenible”, recalca Jeison desde la vereda Puerto Cubarro.

Actualmente, él está estudiando ingeniería agroforestal y todos los conocimientos que tiene sobre producir y conservar los está aplicando en su finca, a través de la implementación de sistemas productivos agroecológicos y agroforestales, que implican restaurar y recuperar áreas de finca afectadas por la deforestación que conectan con el bosque.

La tranquilidad que da el agua

Raquel Crespo encontró en la restauración ecológica la solución al acceso al agua, cuando se dio cuenta que tenía que cuidar el nacimiento de agua que pasaba por su finca si quería contar con este recurso en el largo plazo. Fue así como ella y su familia planificaron la reorganización de su finca enfocándose en la conservación, la restauración y una economía campesina agroecológica, que a hoy les ha garantizado el acceso al agua hasta en las épocas más calurosas, que afectan a la región de la Amazonía por la deforestación.

“La naturaleza para mí es todo. Lo más hermoso que pueda existir y no nos damos cuenta del daño que estamos causando. Y si la naturaleza es vida, nosotros dependemos de esa vida”, expresa Raquel desde la vereda Los Termales.

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Fuente: WWF

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