El arte detrás de la industria del pino
Las plantaciones de pino en Uruguay son un componente importante del sector forestal. Corría la década de 1980 cuando en el país comenzaron a desarrollarse significativamente las plantaciones forestales, impulsa das por políticas gubernamentales de fomento a esta producción. En ese sentido, la Ley Forestal (1987) fue crucial para la expansión de la silvicultura, debido a la promoción de la forestación en tierras consideradas de baja productividad para la agricultura tradicional.
Hoy, Uruguay tiene más de 1,1 millones de hectáreas dedicadas a la plantación de eucalipto y pino. Ambas especies de árboles son fundamentales y constitutivas de la industria forestal y, si bien tienen características en común, cada una presenta particularidades que las hacen únicas y requieren cuidados específicos.
Las plantaciones productivas de pino en el país arrancaron en la década de 1970 y sobre cómo han evolucionado hablamos con la jefa del Área de Implantación, Silvicultura y Ambiente de Fymnsa, Daniela Malates. La ingeniera agrónoma integra el equipo de trabajo de la empresa en Rivera desde hace más de veinte años y, desde ese rol, acompaña todo el proceso de las plantaciones de pinos hasta la cosecha. En estas dos décadas de trabajo ha desarrollado un importante conocimiento al respecto, aunque asegura que continúa aprendiendo día a día, porque es un sector dinámico y los retos se renuevan.
La realidad del pino en Uruguay
En los últimos años las plantaciones nacionales de pino han experimentado un crecimiento, aunque de forma modesta en comparación con aquellas de eucalipto. Sin embargo, ante este panorama, Daniela Malates rescata que hay empresas, especialmente en el norte del país, que no tienen en su horizonte la idea de cambiar de especie y planean seguir apostando a los pinos.
“Cuando se plantan pinos se hacen turnos de 23 a 25 años. Es decir que estas plantaciones son proyectos muy largos, y detrás de ellos hay una industria organizada (aserradero, carpintería, hornos) que todos los años demanda nuevas inversiones”, explica Malates. La extensión y la complejidad de estos procesos hace que sea difícil pensar que empresas establecidas en el rubro del pino quieran cambiar de rumbo, incluso aunque el crecimiento del sector sea leve.
En la misma línea, Daniela considera que las plantaciones de pinos han logrado cierta estabilidad en Uruguay. Eso, para ella, tiene que ver justamente con la complejidad de este rubro, que demanda tener una estructura montada y funcional para llevar adelante el proceso: “Al momento de plantar pinos, hay que tener todo armado: la plantación, el transporte y la industria que va a procesar la madera para que los números cierren y lograr un ciclo rentable y eficiente a nivel ambiental”, explica.
Operación intensa
El trabajo con plantaciones de pinos tiene características que lo hacen único. “La intensidad en el manejo y la prioridad por alcanzar calidad en los resultados” son los rasgos distintivos que identifica Daniela Malates en la operación con esta especie de árboles.
“No se puede pensar en una troza de madera de pino o en un árbol de pino sin concebir la poda, el raleo, los controles de calidad de la madera y el conocimiento sobre qué es específicamente lo que va a comprar el cliente”, acota la ingeniera, con el fin de ilustrar lo minucioso que debe ser este proceso que, a pesar del uso de la tecnología, también tiene mucho de trabajo artesanal.
En las plantaciones de pino se apuesta a trabajar de forma intensiva, eso significa que se realizan muchas tareas con los árboles durante un solo ciclo. “No es solamente plantar y a los diez años cosechar; hay que estar constantemente trabajando sobre las plantaciones, haciendo inventarios, cuidando la parte sanitaria y realizando monitoreos ambientales”, explica.
La eficiencia, mientras tanto, es otro aspecto fundamental. El 80% de las plantaciones de pino están ubicadas en Rivera y Tacuarembó haciendo que, en la mayoría de los casos, las empresas que trabajan con esta especie estén a más de 400 kilómetros del Puerto de Montevideo. Esto las obliga a ser eficientes en el trabajo, ya que los costos y los tiempos son claves para alcanzar los objetivos planteados de la mejor forma y sostener el negocio.
Una metodología única
Como adelantamos, las empresas que trabajan con pino en Uruguay están ubicadas mayoritariamente en el norte del país. Entre ellas hay un muy buen relaciona miento, que se vio beneficiado ‒según cuenta Daniela Malates‒ por la formación de la Sociedad de Productores Forestales. Aunque cada una tiene su propio modelo de trabajo, que presentan diferencias entre sí, todas apuntan a alcanzar productos de máxima calidad, con valor agregado, que tienen como destino mercados exigentes.
En el caso de Fymnsa utilizan una particular metodología con ciertas características artesanales. Esta apunta a lograr cero laboreo ‒es decir, no introducir máquinas‒ y a minimizar el uso de agroquímicos. Para eso, los profesionales de la empresa apuestan a maximizar los beneficios que brindan los suelos del norte del país.
“Estos suelos (los de las plantaciones de pino en Rivera) son arenosos, profundos y drenados, que es justamente lo que buscan los árboles para introducir sus raíces. Es decir, no tienen estructura”, explica Malates. Frente a estas características se apunta a minimizar el uso de máquinas.
Así, una vez que se efectúa la tala rasa, se intenta distribuir todos los residuos que quedan en el suelo para que se forme una capa fina de residuos. Con ese panorama, se colocan estacas y piolas entre estaca y estaca para lograr un alineamiento que sirva de guía al momento de plantar manualmente planta por planta.
“Cuando se plantan pinos, se hacen turnos de 23 a 25 años. Es decir que estas plantaciones son proyectos muy largos, y detrás de ellos hay una industria organizada”. Daniela Malates, Fymnsa
Con respecto al control de hormigas, por ejemplo, el tratamiento es similar: hay un equipo que se encarga de recorrer fila por fila y encontrar de forma precisa cada hormiguero para colocar el insecticida. De esa forma, se evita distribuir irrestrictamente el producto y se minimiza su uso por hectárea.
Ante la pregunta de por qué eligen ese método de trabajo, con características artesanales, Daniela no duda un instante en citar a Lorenzo Valerio, fundador de Fymnsa: “Porque nada de todo esto es nuestro. Esto tiene que durar siglos”, asegura, haciendo referencia a la tierra. Además, explica que “las cosas van bien” con esta metodología, por lo que la empresa apunta a seguir mejorando el proceso, pero no a cambiarlo, porque confía en que es una muy buena forma de trabajar.
“Hoy, nuestra meta ‒junto a los ingenieros y técnicos‒ es mejorar el indicador de uso de agroquímicos por hectárea. Estamos hablando de 200 gramos en 23 años ‒porque se utiliza solo al principio del proceso‒, pero queremos mejorar ese indicador porque es un objetivo ambiental, de eficiencia y también de costos”, explica la ingeniera agrónoma.
Momentos clave
La poda y el raleo son dos de las prácticas más importantes en la silvicultura, especialmente en el trabajo con pinos. La poda implica la eliminación selectiva de ramas de un árbol con el fin de mejorar la calidad de la madera, promover un crecimiento más recto del tronco y reducir el riesgo de incendios forestales. El raleo, en tanto, es el proceso de eliminar árboles o madera de una plantación o bosque para reducir la densidad y promover el crecimiento saludable y vigoroso de los árboles restantes.
Sobre la poda, Malates explica que debe hacerse en invierno por cuestiones sanitarias. Ellos eligen realizarla con serruchos, aunque reconocen haber probado todas las metodologías. “El corte ‒que tiene que ser liso y perfecto‒ sale mejor con serrucho”, explica. Para eso, se contratan cuadrillas de la zona que llegan en camionetas a realizar su trabajo. El raleo, por otra parte, también implica el trabajo en cuadrillas, que llegan a las plantaciones con motosierras para realizar ese trabajo. En estos procesos trabajan, en total, unas 300 personas.
De Uruguay para el mundo
Según el último Inventario Forestal del MGAP, que data de 2021, Uruguay tiene 150.908 hectáreas con plantaciones de pino. Esto, sumado al trabajo que se realiza en materia de eucaliptos, da como resultado muy buenos niveles de exportación de madera que, además, son sostenibles a lo largo del tiempo. De estos, la madera aserrada es uno de los productos que incorporan mayor valor agregado, algo que se valora especialmente.
Justamente, en el 2020 la madera aserrada representó el 30% de las exportaciones uruguayas de madera al superar las 200 mil toneladas (valorizadas 21 Gentileza: Fymnsa en US$ 104 millones). El 58% de estas exportaciones correspondió a madera aserrada de pino y se dirigió principalmente a Estados Unidos (38%), China (30%) y Vietnam (16%). En tanto, el restante 42% correspondió a eucalipto y tuvo como principales destinos Estados Unidos (15%), China (13%) e Indonesia (13%).
La madera de pino se vende en pellets, rolos y tablas. Estas últimas pueden ser de diferente calidad, de diferentes dimensiones y con distintos destinos de uso. Asimismo, ser tablas puras o clásicas, tableros (láminas muy finas) o tablas más procesadas, que se ven como “grandes paredes”. Esta madera también se puede exportar como contrachapado (tableros elaborados con chapas finas de madera) o a través del formato cross laminated timber, que son tablones más gruesos fabricados con láminas de madera maciza.
Entre los productos comercializados, destaca la venta de tablas clear (tablas sin nudos), que se utilizan para puertas, ventanas, marcos y todo lo que tiene que ver con el rubro construcción. También se usan para fabricar muebles. “Tenemos clientes desde hace muchísimos años, entonces nos hacen pedidos específicos sobre el tamaño de la tabla, el espesor y la calidad, pero siempre son tablas secas, de horno, pulidas y cepilladas las que se exportan. Es decir, tienen un proceso previo relevante”, explica Malates.
En los últimos años, Uruguay ha logrado ampliar su mercado de exportación de madera a nuevos países y esto tiene que ver, en gran parte, con el rol que se le da a la sostenibilidad en los procesos que se realizan. Para ello, muchas empresas cuentan con exigentes certificaciones que brindan seguridad sobre los procesos ambientales a través de los que se realizan las producciones.
Si bien esto significa una gran inversión y conlleva el trabajo y compromiso de todos los integrantes de las empresas, vale la pena porque “permite alcanzar nuevos mercados, más exigentes en materia ambiental”, explica Malates. No quedan dudas de que la sostenibilidad es uno de los temas en tendencia a nivel industrial y productivo, y la forestación es un sector que está trabajando constantemente para responder a los estándares ambientales más exigentes a nivel mundial.
Fuente: Revista Forestal
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