Microsoft revoluciona la infraestructura digital: construye su primer datacenter de madera para reducir emisiones
Del corazón de los bosques al núcleo de internet. Así de abrupto, así de simbólico es el movimiento que está haciendo Microsoft en Virginia, Estados Unidos. Porque allí, donde suelen alzarse colosos de acero y hormigón para alojar los cerebros invisibles de la era digital, la empresa decidió levantar algo inesperado: un datacenter de madera. Pero no cualquier madera, y no por romanticismo. La decisión responde a un dilema crucial que ya interpela a toda la economía: ¿cómo se construye un futuro digital sin seguir alimentando la crisis climática?
La respuesta de Microsoft está hecha de capas. Literalmente. Se trata de madera laminada cruzada (CLT, por sus siglas en inglés), un material que parece simple pero es el resultado de una sofisticada ingeniería estructural. Al reemplazar parcialmente el uso de acero y concreto, estos paneles prefabricados permiten reducir drásticamente las emisiones de carbono que genera la construcción, una de las industrias más contaminantes del mundo. En sus nuevos centros de datos, Microsoft estima que podrá recortar hasta un 65% de las emisiones “incorporadas” si se compara con una estructura típica de concreto.
Cuando los centros de datos se convierten en campos de batalla climáticos
Desde 2020, Microsoft se propuso un objetivo tan ambicioso como concreto: ser una empresa “carbono negativo” para 2030, y para 2050 remover de la atmósfera todo el carbono que ha emitido desde su fundación en 1975. ¿El obstáculo más desafiante? Sus propios datacenters.
Aunque esenciales para la vida digital —desde las búsquedas y correos hasta la inteligencia artificial— los datacenters son infraestructuras extremadamente intensivas en materiales y energía. Solo en la fabricación y transporte de insumos como acero y cemento se concentra una enorme proporción de las llamadas emisiones indirectas o de “alcance 3”, aquellas que no dependen del uso final, sino de cómo se construye el sistema.
Estas emisiones, que crecieron un 30,9% en apenas tres años, son particularmente difíciles de controlar. Por eso, Microsoft ha lanzado una ofensiva técnica y financiera para rediseñar por completo la arquitectura de su infraestructura, desde los cimientos hasta los contratos.
El poder de un panel: cómo funciona el CLT
El corazón de esta innovación es la madera estructural. El CLT se fabrica uniendo varias capas de madera en direcciones alternadas, formando paneles sólidos que resisten la carga, el fuego y el tiempo. Usualmente elaborados con especies como abeto o pino, estos paneles son más livianos que el acero, más simples de instalar que el concreto y, lo más importante, capturan carbono en lugar de emitirlo.
A diferencia de los materiales convencionales, el CLT puede producirse con bajo consumo energético y se adapta a procesos de prefabricación offsite, lo que permite reducir tiempos de obra y minimizar residuos. Incluso su comportamiento ante el fuego —una preocupación frecuente— resulta favorable: la madera laminada genera una capa de carbonización que actúa como aislante, manteniendo la integridad estructural por más tiempo que el acero.
Microsoft ya había probado el CLT en su sede de Silicon Valley, pero esta es la primera vez que lo aplica en una infraestructura de escala “hiperscale”, como se llama a los centros de datos diseñados para operar a altísima capacidad.
Una estrategia para rediseñar la economía de los materiales
Pero Microsoft no se limita a construir distinto. Está reescribiendo las reglas de todo su ecosistema de proveedores. A través de su Climate Innovation Fund, un fondo de mil millones de dólares lanzado en 2020, la empresa invierte en tecnologías de alto impacto ambiental: acero producido con hidrógeno, concreto que captura CO₂, cementos fabricados con microalgas y más.
Por ejemplo, Microsoft es inversor en Stegra, una firma sueca que construye la primera planta de acero verde a gran escala del mundo, que promete reducir hasta un 95% de las emisiones del proceso siderúrgico tradicional reemplazando el carbón por hidrógeno renovable. También participa en CarbonCure y Prometheus Materials, que desarrollan concretos de bajas emisiones, uno inyectando CO₂ reciclado y otro usando microalgas como aglutinante.
Además, la compañía modifica contratos y exige a sus proveedores que utilicen electricidad 100% libre de carbono antes de 2030. No se trata solo de promesas: Microsoft firma acuerdos para comprar los productos que sus inversiones financian. Así, se convierte en cliente, inversor y motor de mercado al mismo tiempo.
Construir el futuro lleva su tiempo (y su costo)
Aunque prometedora, esta transformación no es inmediata ni barata. Los materiales bajos en carbono, como el CLT, todavía son más caros y su adopción está limitada por la falta de experiencia técnica, las regulaciones dispares y los márgenes ajustados de muchos fabricantes.
No obstante, en grandes proyectos como los datacenters, los beneficios de prefabricación, menor peso y rapidez de montaje pueden compensar esos costos iniciales. En promedio, el CLT puede incrementar los costos materiales entre un 5 y 10%, aunque la ecuación cambia cuando se consideran los ahorros en tiempo y logística.
Para Microsoft, cada nueva construcción se convierte en un laboratorio viviente. Los ingenieros evalúan el rendimiento, la resiliencia y la adaptabilidad de estos materiales a un entorno exigente. No hay lugar para errores: los centros de datos deben ser estables, seguros y duraderos. Pero también deben ser compatibles con el futuro.
Fuente: Bio Economía
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